miércoles, 1 de febrero de 2012

Una gorra en la ciudad.

    Un día de vientos arremolinados salí a la calle con mi gorra nueva. Feliz por la vida, paseando sin rumbo alguno, un viento malo se llevó mi prenda a estrenar. La vi levantarse, pasar por encima de una casa e irse lejos de mi alcance. Triste volví a mi casa.
    Un niño que caminaba de la mano de su madre pensó que era su día de suerte por encontrarse una gorra. Mientas la admiraba desde todos los ángulos posibles, decidió no ponersela por el fuerto viento que arremetía y llevarla en la mano. Un perro travieso y jugetón se la arrebató y salió corriendo.
    "Rouf rouf rouf" pensó el perro. Moviendo su cola de aquí para allá con la gorra entre sus dientes corría libremente entre las personas que circulaban. La gente lo miraba pasar y él, agrandando, ponía su mejor cara. Un gato se cruzó en su camino en ese momento. Soltó la gorra y  salió a su encuentro velozmente. El gato huyó.
    En el Mp3 de una chica sonaba una canción muy vieja cuando se decidía a cambiarla. Miró el aparatejo y se percató de que había una gorra tirada en el suelo. La alzó, la miró y pensó que era para hombres. Sin darle mucha importancia la metió en su mochila y siguió su andar hacia lo de su novio. Pensaba regalársela.
    Sentado en mi sillón triste, apesumbrado, cabizbajo, semiausente me encontraba yo. Sentí que la puerta se abría y una brisa de viento corría. Me pareció sentir que era un viento bueno. Salí a buscarlo y, parada en la puerta con mi gorra en su mano, mi novia se presentaba con una sonrisa.
    Las vueltas de la vida. O de la gorra...