miércoles, 16 de diciembre de 2009

Lobo/Mono - tonía


   Este relato está basado en un adolescente y su gran desorden de pensamiento (no locura, no estupidez ni semejante) que, llegado cierto momento de su vida, lo llevó a sentir en carne viva la esencia de la monotonía. Toda información aquí narrada tiene como fuente a sus amistades, conocidos y, una vez registrada su vivienda, unos escritos propios del personaje en cuestión.
   Según se cuenta, él era una persona normal con un trabajo normal que vivía una vida normal. Concurría a su trabajo de 8 a.m a 18 p.m y el tiempo restante lo dedicaba a holgazanear en su departamento, haciendo nada. Sus allegados cuentan que todo comenzó una jornada en la cual no pudo identificar con claridad que día de la semana era, ya que todos eran iguales. Entonces decidió borrar la palabra “hábito” de su diccionario.
   Este pensamiento sostenido fuertemente por el protagonista, lo llevó a tomar medidas drásticas para cumplir su objetivo, llegando al extremo de atarse de manera diferente los cordones todos los días. Comentan ciertas personas que él había logrado conseguir para cada día una labor diferente, pasando de ser un lunes gerente de banco, un martes taxista, a un miércoles profesor de un deporte que no conocía.
   Encontrarlo se tornaba una tarea muy fatigante dado a que el adolescente había decidido, a fin de lograr su meta, tomar un camino diferente para cada vez que se dirigía a un lugar, que también debía ser diferente a un anterior. Entre tantas calles, puentes y plazas, siempre hallaba un lugar de su agrado y, testigos narran, acampaba allí hasta el siguiente día, su siguiente aventura.
   Se estima que luego de un tiempo de realizar estas actividades, el personaje cayó en cuenta de que vivir cada día de una manera diferente se había convertido en algo habitual, y la decepción lo llevó nuevamente a su departamento en donde se puso a transcribir sus aventuras a un papel, para luego formar una religión “Anti-Hábitos”. Entre historia e historia logró apreciar lo mucho que había vivido, y los investigadores del caso creen que se decidió por probar algo nuevo, lo contrario a la vida.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

A dos voces


            Creo, pero solamente creo, me quebré, me desgarré o algo similar. Un intenso golpe de dolor sube a mi cerebro cuando intento poner el brazo en cierta posición, y yo, para demostrar mis pocas habilidades médicas o, para saciar mi leve instinto masoquista, repito esa acción varias veces.
            Me divierte imaginar como el sentimiento de dolor recorre desde mi brazo hasta mi cabeza, pasando por mis venas, tal como si fuese un barco pasando por un río. Detengo mi ilusión momentánea en el cerebro y me tomo un par de minutos para analizarlo.
            Paso una mirada rápida a modo de pre-análisis y leo algo que me atrae. Tomo una hoja y lo transcribo: “Creo, pero solamente creo, me quebré, me desgarré o algo similar. Un intenso..."

sábado, 28 de noviembre de 2009

Y así, van de la mano

Me siento extraño al extrañarte
me es extraño el extrañar.
Extraño no tener que extrañarte
y poder tenerte a mi par.

Es extraño el extrañar,
pues no extraña un extraño.
Aquél extraño que extraña
extraña el no extrañar.

¿Acaso extraña el extraño
el simple hecho de no extrañar?
¿O es que solo es un extraño
que esta condenado a extrañar?

Porque creo extrañar,
es sinónimo de querer,
Porque creo extrañar,
es sinónimo de perder.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Turba mediante, pensamiento cambiante.

    Parado en medio de una avalancha de personas que se movían sin cesar al ritmo de la música, Juancito logró entender el sentido de la palabra "sociedad". Esa turba de gente reunida por una banda local se hallaba en un delirio inexplicable que se dejaba ver en la manera que transpiraban. El inaceptable olor que los unía a todos en son de fraternidad, era el mismo que los hacía perder el sentido del olfato. En todas las caras se podía divisar una sonrisa de oreja a oreja que coreaba las letras del grupo (algunos solamente movían la boca para no sentirse colgados) a toda voz. El ambiente cargado y la descarga de adrenalina eran, para Juancito, más relajantes que unas vacaciones en la playa de Brasil.
    Creyendo haberse perdido de su grupo, Juancito se alzó intentando ver la bandera que habían hecho para esta ocasión, pero era difícil encontrarla entre otras tantas que había por ahí. Poca importancia le dio y siguió bailando, cantando, saltando y pogueando con los demás acordándose que todos, eran un grupo. ¡Para qué buscar a sus amigos si estaban todos del mismo lado! Visto de esta manera, se puso a pensar si todas las personas presentes en el estadio compartirían los mismos ideales, los ideales de la banda. Llegó a creer que sí y le asustó el hecho de ser "uno más" entre la multitud, pero se decidió que no era el momento de pensar eso y siguió disfrutando del Show.
    Rebotando de aquí para allá, chocó la cabeza con otra persona y, al verlo, advirtió que llevaba la misma remera que él. Nuevamente consideró el hecho de ser uno más y se apresuró a ponerse en cuero. Contento dio media vuelta y notó que, de todos los que lo rodeaban, solamente uno no tenía el torso desnudo, así que rápidamente se puso la remera. ¿Cómo hacer para sentirse diferente entre tantas personas que pensaban, vestían y gustaban igual? No sabía. En ese momento la banda empezó a tocar su tema favorito y se olvidó del asunto. Juancito cree haber perdido un pulmón a raíz de cantar tan fuerte esa canción.
    Entre tanto moverse, ir y venir, terminó encontrándose con sus amigos que estaban hablando con un chico desconocido para él. Se acercó a saludar y se lo presentaron como "Pedrito". Le contaron que vivía cerca de su casa y tenía una hermana, al igual que él. Cuando llegó a conocerlo mejor, se percató que eran idénticos, solamente diferían en la hermana de Pedrito era más bonita (Estaba por ahí y se la habían presentado). Abrumado por tanta cosa en una noche, Juancito se fue del show y se volvió a su casa indignado. Lo habían cambiado por otro. Otro de hermana más linda.
    Al llegar a la casa, dio vuelta su ropero y se dedico a cambiar su personalidad hasta sentirse único. Era una tarea difícil ya que había mucha diversidad y muy pocas cosas no se habían probado. Intentó hacerse pasar por Flogger, pero más que distinto se sintió un pelotudo. Probó vistiéndose y escuchando música de Rapero, pero su oído no lo aguanto y el espejo se le reía. Procuró ser Emo, pero para él la vida en ese momento apestaba demasiado y no quería cortarse las venas. Se hartó y se tiró en la cama.
    Al otro día se levantó y decidió simplemente ser él, no cambiar. ¿Acaso la sociedad no inspira a que todos pensemos y seamos iguales? Más allá de las diferentes modas y estupideces colectivas, Juancito prefería ser un "nada". Quería seguir siendo él.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Y sí, es mejor...

Era la primera vez que dormían juntos. Él se levantó a las 10 a.m como usualmente, y ella lo esperaba en la cocina. Le dijo: "Mi vida, tenés que hacerte el hábito de levantarte más temprano, es malo dormir tanto, te perdés todo el d..." De ahí en adelante, su despertador emitía ruidos molestos todos los días a las 8 30.

Esa misma mañana compartieron su primer desayuno, unos ricos mates matutinos con tostadas. Él preparaba el mate con azúcar, como usualmente, y ella lo miró de reojo y le dijo: "Mi amor, ¿qué te parece si tomamos unos amargos? El azúcar hace mal, te pueden salir gusanos en la panza, además pensá que..." De ahí en adelante, amargos iban a ser los mates.

Luego del desayuno, la práctica usual de leer el diario. Él lo tomó, se sentó en el sillón del living y empezó a hojear los titulares cuando pasó su mujer y le dijo: "Mi cielo, ¿me ayudarías a tender la cama y limpiar un poco antes de leer? Imaginate que viene alguien de visita y está todo desordenado. Es un ratito nomás y después..." De ahí en adelante, nueva costumbre matutina: tender la cama y limpiar un poco.

Limpia ya la casa, hora de leer el diario, ahora sí. Él, sentado en el sillón del living con el diario en mano, encendió un placentero cigarrillo matutino. Una vez más pasa ella por el living y le dijo: "Mi gordito, no tendrías que fumar adentro de casa, imaginate cuando tengamos chicos. Te hace mal a vos y a mí, además pensá en lo que podríamos ahorrar si..." De ahí en adelante, adiós al tabaco.

Llegada la noche, a la cama nuevamente. Noche de fútbol y deportes. Él, acostado de su lado de la cama, prende la TV y pone ESPN para seguir los partidos. Ella, saliendo del baño, le dijo: "Cuchi cuchi, ¿no te parece tarde para andar viendo fútbol? Mañana tenemos que despertarnos temprano, además te altera y no te deja dormir..." De ahí en adelante, enterarse los resultados de los partidos al otro día.

Un día nuevo. Él se levantó siendo una mejor persona; ella, amaneció sola.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Su cuento I

Esa mañana de intenso sol y verdes esperanzas, te levantaste con el ánimo por el cielo. El recuerdo de la noche pasada mezclado con el perfume de mujer en tu almohada, te dejaban la sensación de que el Arca de Noé existía. No sabías si el olor de ese perfume te hacía acordar a los animales o que, pero tu "fe" creció inmensamente. Ya no eras más el rebeldito que dejaba la cabeza de lado para hacer de la intuición su hábito de vida, creías ser "normal". Y todo por una mujer.
Una mujer pero, ¡qué mujer! Haciendo memoria la veías en tu cabeza como una morochita simpática, rasgos de inocente, y ese "no se qué" por el cual matarías a cualquiera. Te confundía un poco la manera en que, con esa carita de ángel, te arrebató y dejó inconciente en un torbellino de pasión desenfrenada. Su esmero en dar placer sumado a el exceso de alcohol, creaban un ambiente turbio en el cual se mezclaban tus gritos, los suyos, y lo que, según recordás, parecían ladridos de un perro. La noche se dejó llevar y se hizo muy larga. Entre el sexo, el alcohol y las charlas incoherentes, creías haber encontrado algo que se te había perdido un par de meses atrás. ¿Amor? No sabías, pero tenías que averiguarlo.
Todavía acostado en la cama, te entregaste a los placeres del soñar despierto. En tu cabeza se repetían imágenes (medio borrosas ciertamente) del anoche y vos lo disfrutabas como si lo estuvieras reviviendo. Sus curvas meneándose de aquí para allá, su transpiración, su saliva, los aullidos de dolor (quizás gemidos de un perro, quién sabe), la noche. Todo se movía en tu pensamiento y te dejaba la necesidad de verla. Tenías que verla. Despegando los párpados decidiste comenzar el día que seguramente estaba llegando a su fin para los demás.
Sentarse en la cama, pie derecho al suelo, pie izquierdo al suelo y arriba cuerpo. Resaca, dolor de cabeza, cama de nuevo. No recordabas haber tomado tanto así que mirando de reojo pispeaste la mesa y viste una fila de botellas vacías. ¡Cuantos cadáveres! Y atrás de estos, el dibujo. Verano pasado junto a tu ex novia en la casa familiar de vacaciones. ¿Te acordás, no? Te gusta llamarlos "recuerdos borrados y pisados" pero a un relator omnisciente, no se lo puede engañar con palabras.
En una de esas tardes de calor, se encontraron acostados en la cama, desnudos y alegres. Ella, con su hermosa cabellera castaña suelta, tomó una hoja, un lápiz y empezó a dibujar. Vos la mirabas sin dejar de pensar que todo era un sueño, que todo era una utopía. Querías ver su dibujo pero sabías no te iba a dejar verlo hasta terminado, así que ni siquiera intentaste molestarla; te conformabas con verla ahí y saberla tuya. Gracias a ella habías empezado a creer en lo que, poco tiempo después, creías odiar. Con seguridad pensabas (pensaban ambos en realidad) que cualquier problema podía ser tratado, arreglado. Pero sucedió ser que no y todo terminó. Ese día de vacaciones al terminar el dibujo, te lo regaló. Y vos aún lo guardás, quizás de masoquista, quizás de soñador.
Recuerdos de la relación te llevan de tanto en tanto a realizar una estupidez con tu marca personal, lo cual siempre trae más problemas. En realidad todavía guardabas la esperanza de que algún día todo volvería ser como ese verano, pero sabías q no iba a ser así, que todo murió en ella. Tus errores y su extrema racionalidad se combinaron y lograron aquello que creías imposible: matar a su corazón. Arrepentido mil veces intentaste recuperarla, pero su constante negativa (quizás por orgullo, quizás por miedo) te llevó al abandono. La entendías pero no podías aceptar que todo lo bueno había terminado.
Como cayendo del cielo bajaste a la realidad y te levantaste de la cama. Medio tambaleando y con los ojos llenos de lágrimas, te dirigiste al dibujo y lo agarraste para mirarlo de cerca. Te atacaron las ganas de romperlo, pero no ibas a ganar nada, así que lo colgaste una vez más. Era la novena vez en la semana que hacías lo mismo con ese dibujo. Era sorprendente la facilidad con la cual esa imagen te cambiaba el estado de ánimo, normalmente te ponía melancólico.
Trataste de volver a tu alegría pensando en la chica de anoche, pero no recordabas muy bien su cara. ¿Era rubia? No, castaña pensabas. Sí, castaña, de piernas largas y gran inteligencia te decías. Le gustaba el arte y dibujaba bien. ¿Cómo?, ¿No era esa tu ex acaso? Confundido, te dejaste caer en la cama por tercera vez y te dormiste.
Al levantarte seguiste tus tradiciones y cometiste otra estupidez: llamaste a tu ex novia. No sabías la hora ni el día, pero marcaste su número y la llamaste. Tu mayor temor te atendió del otro lado con voz masculina. Cortaste y dejaste pasar el tiempo. Solamente dejaste pasar el tiempo.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Noches de Sol negro

Una persona sin cabeza, sin espíritu, sin alma, sigue caminando recta hacia el abismo que lo espera. Todos lo miran pasar sin entender porque continúa en su camino conociendo el destino que le depara, pero él, sin expresión en los ojos, en el rostro, en la vista, sigue caminando. El viento se arremolina y, apiadándose de él, intenta frenarlo con su fuerte soplo, pero sus pies desnudos, sin aliento, sin deseo, sin sentido, siguen caminando.
Cree que su destino es inevitable, que su dolor es interminable, que su arrepentimiento es infinito, por eso camina sin cesar, sin luchar contra el caminar. Cree que su cabeza se perdió en el pensar, en el delirio, en la locura. Cree que su espíritu se apagó en la lucha, sin batallar, sin dar pelea. Cree que su débil alma se voló como un pájaro, como una hoja, como la tierra.
Llegado el momento de arrojarse a la perdición, la luz. La luz oscura que ilumina desde adentro y deja ver la decepción y bajeza de los demás. La misma luz apagada que lo lleva a no arrojarse, a escaparse, a no ser uno más. Esa luz que alumbra de noche, que deja ver las estrellas, y que hace volver a creer en el cielo, en el tiempo, en el ser...

viernes, 6 de noviembre de 2009

Cambiar por cambiar...

Una vez más me levanté con el cerebro mojado y lleno de agua. Miré a través de la ventana y el paisaje estaba seco, por lo que deduje el agua estaba entrando por mis ojos. Harto de esta situación me dirigí al neurocirujano y con convicción le pedí un cambio de cerebro. Luego de firmado el papelerío correspondiente, fui a la tienda más cercana para elegir el cerebro que deseaba. Encontré de todo tipo, color, tamaño y me decidí por el más pequeño, cansado de tanto pensar. Lo pagué, me lo envolvieron, y nuevamente me encaminé hacia el consultorio.
Acostado en la camilla dentro de la sala de cirugía, el doctor me puso una mascarilla y me hizo contar hasta diez. Me sumergí en un sueño largo, muy largo. Al despertar noté que mi alma lloraba por extrañar a mi cerebro, así que decidido fui nuevamente al médico para solicitarle un cambio de alma...

De nuevo, una ves más.

Y llegó el día que nadie, pero todos al mismo tiempo esperaban. Jebús resurgió como el ave Fénix y fue a parar donde el Papa. Éste, incrédulo, le pidió garantías y así fue como le entregaron al nuevamente renacido una roca, la cual convirtió en pan. Asombrado, maravillado y feliz, el Papa comunicó esta noticia y mandó a llamar a todo todavía creyente a reunirse.
Innumerable cantidad de adeptos se apostaron bajo el balcón desde el cual el Papa vociferaba la gran novedad. Al salir al palco el personaje de las múltiples vidas, un murmullo resonó en el ambiente. Realizó nuevamente el truco del pan-piedra y todos satisfechos se aprestaron a oírlo. Parado de manera muy recta y en actitud de seguridad dijo:
-Estimados seguidores: luego de analizar su mundo me alegra informarles que hay vacantes en el cielo. ¡Hay lugar para todos, muchachos!
Dicho esto, se tiró cual clavadista olímpico a la pileta y pasó a mejor vida por tercera ves. Las consecuencias de sus palabras fueron inmediatas y catastróficas. Se desvaneció la Fe cristiana, se debió subastar el Vaticano y, gracias a eso, se pudo combatir la pobreza mundial.

jueves, 29 de octubre de 2009

Extraño adiós

Pateando noches por aburrimiento, le pegué a una piedra. Enojada se levantó y se paró frente a mi. ¡Era la Mole de los 4 fantásticos! Entré a correr como desquiciado y por suerte llegué a subirme a esa cigueña que pasaba al galope. Encendió el cigueñimetro y yo, asustado por la alta tarifa de ese viaje, me tiré de pechito. Cai en una esponjosa nube pero, ¡Oh problema!, empezó a llorar. Los pies se me resbalaban por los poros que se abrían en mi suelo y decidí dejarme caer sin darme cuenta la catástrofe. ¡Era de las famosas nubes que llovían hacia arriba! Acepté mi fortuna y me fui alejando del cuadro haciendome más pequeño, más pequeño, más pequeño. ¡Plop!. Desaparecí.

... este cielo llora

¡Que lindo ver una estrella! Desde lejos poder distinguir su esbelta figura, sus largos brazos y sus perfectos ángulos. Tomarse un tiempo y detenerse a mirarla, observarla y analizarla en una tranquila noche. Contamplarla por un telescopio y acercarla un poco, un poco más, un poco más. ¡NO, una de sus puntas está doblada! ¡Que horror! ¡Que feo! ¡Que verguenza! Haber malgastado tiempo en una estrella defectuosa como esa.
En ese momento, y por más que la estrella resalte por ser de color verde, se apaga al no poder adaptarse ante los ojos de aquella persona que la ve.

No es ella, ¡soy yo!

Me levanto, la veo y camino hacia ella. Abro la puerta y al querer pasar, ¡Oh, está cerrada! Me invaden las dudas acerca de mis habilidades para abrir puertas.

Intento nuevamente, realmente quería cruzar. Empujo la puerta tal cual me enseñaron en 2do año de la facultad, analizo el espacio descubierto y lentamente comienzo a pasar mi cuerpo. Pero nada, estaba cerrada otra vez. ¡La pucha, voy a tener que conseguir una particular en puertas!

Me arriesgo por última vez y me lanzo con todo sobre el objetivo. Un gran dolor atraviesa mi cuerpo y me indica que era una pared. Yo, feliz por volver a creer en mis habilidades para abrir puertas y lamentando haber dudado de ellas, me vuelvo a acostar.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Una escalada, una caída más

La vida siempre ha visto llegar a muchas personas pararse en la punta del Everest, pero él, el receloso Barbudo, exhala un suspiro y hace caer a todo valiente atrevido que asome por esos lados. El largo trayecto recorrido hacia el abismo deja al descubierto una parte de cada uno que no era conocida hasta ese momento. Al llegar al fondo y quedarse tendido en el suelo, se da un tiempo para formularse planteos de su vida pasada y recomponer en su mente la idea de lo que es. Los momentos de vuelo sirven de cachetada para acomodar ideales, sufriendo en carne que mientras más alto se sube, más bajo se cae
Maldiciendo al mal temporal por el infortunio de su aparición, el personaje en cuestión encara un momento de decisión delicado; subir nuevamente al paraíso terrenal o acostumbrarse a vivir en el desértico llano. El recuerdo de ese momento de paz obtenido en la cima conlleva un gran peso en la decisión, la cual suele inclinarse hacia el lado de reiniciar la escalada. Mientras, desde arriba, el "caballero" de los pelos blancos se mata de la risa e intenta descifrar las características individuales del abajosufriente. Espera se lo tome como una lección de vida.
Tomando el sendero que una vez logró llevarlo al techo de ese cúmulo de tierra, comienza la travesía nuevamente. Los pasos dados con mayor certeza y seguridad aceleran el ritmo de la escalada, haciendo creer al individuo la facilidad de la tarea planteada. Al arribar a la cumbre nuevamente se tiende boca abajo en un nuevo momento de reflexión deliberando si el esfuerzo realizado es válido o no. Toma aire y se levanta sonriente, satisfecho. ¡Equivocado compañero! El Barba está despierto. Sorprendido por tu nueva llegada, Él tira la cadena de su inodoro y comienza así a caer un diluvio que hace al pobre infeliz caer una ves más.
Otra ves el suelo y la duda de que hacer. Apretando con fuerza los dientes para no dejar escapar el alma en un grito, el protagonista se levanta. Parado a su lado, siempre presente, el melenudo le dice al oído:
- Así, arriba, no llegás...
Sin sorprenderse y con gran aceptación, se deja caer al pasto con los ojos cerrados. Entonces se eleva de manera libre y logra posarse en el trono, en la cúspide.