Esa mañana de intenso sol y verdes esperanzas, te levantaste con el ánimo por el cielo. El recuerdo de la noche pasada mezclado con el perfume de mujer en tu almohada, te dejaban la sensación de que el Arca de Noé existía. No sabías si el olor de ese perfume te hacía acordar a los animales o que, pero tu "fe" creció inmensamente. Ya no eras más el rebeldito que dejaba la cabeza de lado para hacer de la intuición su hábito de vida, creías ser "normal". Y todo por una mujer.
Una mujer pero, ¡qué mujer! Haciendo memoria la veías en tu cabeza como una morochita simpática, rasgos de inocente, y ese "no se qué" por el cual matarías a cualquiera. Te confundía un poco la manera en que, con esa carita de ángel, te arrebató y dejó inconciente en un torbellino de pasión desenfrenada. Su esmero en dar placer sumado a el exceso de alcohol, creaban un ambiente turbio en el cual se mezclaban tus gritos, los suyos, y lo que, según recordás, parecían ladridos de un perro. La noche se dejó llevar y se hizo muy larga. Entre el sexo, el alcohol y las charlas incoherentes, creías haber encontrado algo que se te había perdido un par de meses atrás. ¿Amor? No sabías, pero tenías que averiguarlo.
Todavía acostado en la cama, te entregaste a los placeres del soñar despierto. En tu cabeza se repetían imágenes (medio borrosas ciertamente) del anoche y vos lo disfrutabas como si lo estuvieras reviviendo. Sus curvas meneándose de aquí para allá, su transpiración, su saliva, los aullidos de dolor (quizás gemidos de un perro, quién sabe), la noche. Todo se movía en tu pensamiento y te dejaba la necesidad de verla. Tenías que verla. Despegando los párpados decidiste comenzar el día que seguramente estaba llegando a su fin para los demás.
Sentarse en la cama, pie derecho al suelo, pie izquierdo al suelo y arriba cuerpo. Resaca, dolor de cabeza, cama de nuevo. No recordabas haber tomado tanto así que mirando de reojo pispeaste la mesa y viste una fila de botellas vacías. ¡Cuantos cadáveres! Y atrás de estos, el dibujo. Verano pasado junto a tu ex novia en la casa familiar de vacaciones. ¿Te acordás, no? Te gusta llamarlos "recuerdos borrados y pisados" pero a un relator omnisciente, no se lo puede engañar con palabras.
En una de esas tardes de calor, se encontraron acostados en la cama, desnudos y alegres. Ella, con su hermosa cabellera castaña suelta, tomó una hoja, un lápiz y empezó a dibujar. Vos la mirabas sin dejar de pensar que todo era un sueño, que todo era una utopía. Querías ver su dibujo pero sabías no te iba a dejar verlo hasta terminado, así que ni siquiera intentaste molestarla; te conformabas con verla ahí y saberla tuya. Gracias a ella habías empezado a creer en lo que, poco tiempo después, creías odiar. Con seguridad pensabas (pensaban ambos en realidad) que cualquier problema podía ser tratado, arreglado. Pero sucedió ser que no y todo terminó. Ese día de vacaciones al terminar el dibujo, te lo regaló. Y vos aún lo guardás, quizás de masoquista, quizás de soñador.
Recuerdos de la relación te llevan de tanto en tanto a realizar una estupidez con tu marca personal, lo cual siempre trae más problemas. En realidad todavía guardabas la esperanza de que algún día todo volvería ser como ese verano, pero sabías q no iba a ser así, que todo murió en ella. Tus errores y su extrema racionalidad se combinaron y lograron aquello que creías imposible: matar a su corazón. Arrepentido mil veces intentaste recuperarla, pero su constante negativa (quizás por orgullo, quizás por miedo) te llevó al abandono. La entendías pero no podías aceptar que todo lo bueno había terminado.
Como cayendo del cielo bajaste a la realidad y te levantaste de la cama. Medio tambaleando y con los ojos llenos de lágrimas, te dirigiste al dibujo y lo agarraste para mirarlo de cerca. Te atacaron las ganas de romperlo, pero no ibas a ganar nada, así que lo colgaste una vez más. Era la novena vez en la semana que hacías lo mismo con ese dibujo. Era sorprendente la facilidad con la cual esa imagen te cambiaba el estado de ánimo, normalmente te ponía melancólico.
Trataste de volver a tu alegría pensando en la chica de anoche, pero no recordabas muy bien su cara. ¿Era rubia? No, castaña pensabas. Sí, castaña, de piernas largas y gran inteligencia te decías. Le gustaba el arte y dibujaba bien. ¿Cómo?, ¿No era esa tu ex acaso? Confundido, te dejaste caer en la cama por tercera vez y te dormiste.
Al levantarte seguiste tus tradiciones y cometiste otra estupidez: llamaste a tu ex novia. No sabías la hora ni el día, pero marcaste su número y la llamaste. Tu mayor temor te atendió del otro lado con voz masculina. Cortaste y dejaste pasar el tiempo. Solamente dejaste pasar el tiempo.
Una mujer pero, ¡qué mujer! Haciendo memoria la veías en tu cabeza como una morochita simpática, rasgos de inocente, y ese "no se qué" por el cual matarías a cualquiera. Te confundía un poco la manera en que, con esa carita de ángel, te arrebató y dejó inconciente en un torbellino de pasión desenfrenada. Su esmero en dar placer sumado a el exceso de alcohol, creaban un ambiente turbio en el cual se mezclaban tus gritos, los suyos, y lo que, según recordás, parecían ladridos de un perro. La noche se dejó llevar y se hizo muy larga. Entre el sexo, el alcohol y las charlas incoherentes, creías haber encontrado algo que se te había perdido un par de meses atrás. ¿Amor? No sabías, pero tenías que averiguarlo.
Todavía acostado en la cama, te entregaste a los placeres del soñar despierto. En tu cabeza se repetían imágenes (medio borrosas ciertamente) del anoche y vos lo disfrutabas como si lo estuvieras reviviendo. Sus curvas meneándose de aquí para allá, su transpiración, su saliva, los aullidos de dolor (quizás gemidos de un perro, quién sabe), la noche. Todo se movía en tu pensamiento y te dejaba la necesidad de verla. Tenías que verla. Despegando los párpados decidiste comenzar el día que seguramente estaba llegando a su fin para los demás.
Sentarse en la cama, pie derecho al suelo, pie izquierdo al suelo y arriba cuerpo. Resaca, dolor de cabeza, cama de nuevo. No recordabas haber tomado tanto así que mirando de reojo pispeaste la mesa y viste una fila de botellas vacías. ¡Cuantos cadáveres! Y atrás de estos, el dibujo. Verano pasado junto a tu ex novia en la casa familiar de vacaciones. ¿Te acordás, no? Te gusta llamarlos "recuerdos borrados y pisados" pero a un relator omnisciente, no se lo puede engañar con palabras.
En una de esas tardes de calor, se encontraron acostados en la cama, desnudos y alegres. Ella, con su hermosa cabellera castaña suelta, tomó una hoja, un lápiz y empezó a dibujar. Vos la mirabas sin dejar de pensar que todo era un sueño, que todo era una utopía. Querías ver su dibujo pero sabías no te iba a dejar verlo hasta terminado, así que ni siquiera intentaste molestarla; te conformabas con verla ahí y saberla tuya. Gracias a ella habías empezado a creer en lo que, poco tiempo después, creías odiar. Con seguridad pensabas (pensaban ambos en realidad) que cualquier problema podía ser tratado, arreglado. Pero sucedió ser que no y todo terminó. Ese día de vacaciones al terminar el dibujo, te lo regaló. Y vos aún lo guardás, quizás de masoquista, quizás de soñador.
Recuerdos de la relación te llevan de tanto en tanto a realizar una estupidez con tu marca personal, lo cual siempre trae más problemas. En realidad todavía guardabas la esperanza de que algún día todo volvería ser como ese verano, pero sabías q no iba a ser así, que todo murió en ella. Tus errores y su extrema racionalidad se combinaron y lograron aquello que creías imposible: matar a su corazón. Arrepentido mil veces intentaste recuperarla, pero su constante negativa (quizás por orgullo, quizás por miedo) te llevó al abandono. La entendías pero no podías aceptar que todo lo bueno había terminado.
Como cayendo del cielo bajaste a la realidad y te levantaste de la cama. Medio tambaleando y con los ojos llenos de lágrimas, te dirigiste al dibujo y lo agarraste para mirarlo de cerca. Te atacaron las ganas de romperlo, pero no ibas a ganar nada, así que lo colgaste una vez más. Era la novena vez en la semana que hacías lo mismo con ese dibujo. Era sorprendente la facilidad con la cual esa imagen te cambiaba el estado de ánimo, normalmente te ponía melancólico.
Trataste de volver a tu alegría pensando en la chica de anoche, pero no recordabas muy bien su cara. ¿Era rubia? No, castaña pensabas. Sí, castaña, de piernas largas y gran inteligencia te decías. Le gustaba el arte y dibujaba bien. ¿Cómo?, ¿No era esa tu ex acaso? Confundido, te dejaste caer en la cama por tercera vez y te dormiste.
Al levantarte seguiste tus tradiciones y cometiste otra estupidez: llamaste a tu ex novia. No sabías la hora ni el día, pero marcaste su número y la llamaste. Tu mayor temor te atendió del otro lado con voz masculina. Cortaste y dejaste pasar el tiempo. Solamente dejaste pasar el tiempo.
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