miércoles, 28 de octubre de 2009

Una escalada, una caída más

La vida siempre ha visto llegar a muchas personas pararse en la punta del Everest, pero él, el receloso Barbudo, exhala un suspiro y hace caer a todo valiente atrevido que asome por esos lados. El largo trayecto recorrido hacia el abismo deja al descubierto una parte de cada uno que no era conocida hasta ese momento. Al llegar al fondo y quedarse tendido en el suelo, se da un tiempo para formularse planteos de su vida pasada y recomponer en su mente la idea de lo que es. Los momentos de vuelo sirven de cachetada para acomodar ideales, sufriendo en carne que mientras más alto se sube, más bajo se cae
Maldiciendo al mal temporal por el infortunio de su aparición, el personaje en cuestión encara un momento de decisión delicado; subir nuevamente al paraíso terrenal o acostumbrarse a vivir en el desértico llano. El recuerdo de ese momento de paz obtenido en la cima conlleva un gran peso en la decisión, la cual suele inclinarse hacia el lado de reiniciar la escalada. Mientras, desde arriba, el "caballero" de los pelos blancos se mata de la risa e intenta descifrar las características individuales del abajosufriente. Espera se lo tome como una lección de vida.
Tomando el sendero que una vez logró llevarlo al techo de ese cúmulo de tierra, comienza la travesía nuevamente. Los pasos dados con mayor certeza y seguridad aceleran el ritmo de la escalada, haciendo creer al individuo la facilidad de la tarea planteada. Al arribar a la cumbre nuevamente se tiende boca abajo en un nuevo momento de reflexión deliberando si el esfuerzo realizado es válido o no. Toma aire y se levanta sonriente, satisfecho. ¡Equivocado compañero! El Barba está despierto. Sorprendido por tu nueva llegada, Él tira la cadena de su inodoro y comienza así a caer un diluvio que hace al pobre infeliz caer una ves más.
Otra ves el suelo y la duda de que hacer. Apretando con fuerza los dientes para no dejar escapar el alma en un grito, el protagonista se levanta. Parado a su lado, siempre presente, el melenudo le dice al oído:
- Así, arriba, no llegás...
Sin sorprenderse y con gran aceptación, se deja caer al pasto con los ojos cerrados. Entonces se eleva de manera libre y logra posarse en el trono, en la cúspide.

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