Un día de vientos arremolinados salí a la calle con mi gorra nueva. Feliz por la vida, paseando sin rumbo alguno, un viento malo se llevó mi prenda a estrenar. La vi levantarse, pasar por encima de una casa e irse lejos de mi alcance. Triste volví a mi casa.
Un niño que caminaba de la mano de su madre pensó que era su día de suerte por encontrarse una gorra. Mientas la admiraba desde todos los ángulos posibles, decidió no ponersela por el fuerto viento que arremetía y llevarla en la mano. Un perro travieso y jugetón se la arrebató y salió corriendo.
"Rouf rouf rouf" pensó el perro. Moviendo su cola de aquí para allá con la gorra entre sus dientes corría libremente entre las personas que circulaban. La gente lo miraba pasar y él, agrandando, ponía su mejor cara. Un gato se cruzó en su camino en ese momento. Soltó la gorra y salió a su encuentro velozmente. El gato huyó.
En el Mp3 de una chica sonaba una canción muy vieja cuando se decidía a cambiarla. Miró el aparatejo y se percató de que había una gorra tirada en el suelo. La alzó, la miró y pensó que era para hombres. Sin darle mucha importancia la metió en su mochila y siguió su andar hacia lo de su novio. Pensaba regalársela.
Sentado en mi sillón triste, apesumbrado, cabizbajo, semiausente me encontraba yo. Sentí que la puerta se abría y una brisa de viento corría. Me pareció sentir que era un viento bueno. Salí a buscarlo y, parada en la puerta con mi gorra en su mano, mi novia se presentaba con una sonrisa.
Las vueltas de la vida. O de la gorra...
Querer, Hacer y Ser
miércoles, 1 de febrero de 2012
sábado, 2 de julio de 2011
El poeta perdido
El buen hombre sentose en la fina arena, tomó una piedra puntuda y comenzó a escribir sus penurias a la orilla del mar. Mientras escribía ibase perdiendo en la tristeza de sus palabas y en la riqueza descriptiva de sus recursos literarios. Un desahogo general invadíale el alma cuando las lágrimas que resbalaban por sus mejillas poníanle fin a incesantes capítulos de penas.
Entonces, pasada la noche, asomose una ola lastimera rumiando en voz baja en busca de compañía. El buen hombre entendiolo; dejó de lado su herramienta de ocasión y adentrose al agua a hacerle compañía. Ambos encontraron en el otro un lugar de reposo; y el mar, perceptivo y vivarás, rebasose sobre la arena borrando las líneas allí escritas. Perdiose un texto, perdiose un poeta.
jueves, 5 de mayo de 2011
Pensamiento de sentado...
Definitivamente estar sentado en el trono, despidiendo un amigo, terminando un ciclo natural, me parece un buen momento para jugar un rato con las palabras y los conceptos.
Lo primero que me vino a la cabeza fue el tema de los "sueños" referido a un concepto social más que a uno psicológico. El tan aclamado dicho popular "ni en tus sueños..." recalca en ejemplo lo que tengo en mente. Según muchos (consenso popular) los sueños nos guían o nos hacen perseverar y "gastar tiempo" en la búsqueda de algo que deseamos de manera muy especial, algo con lo que "soñamos". Por otra parte, otros (otra parte del consenso popular, o la misma en algunos casos), siempre recitan: "el tiempo es oro". O sea, ¿los sueños nos hacen gastar tiempo valioso para conseguir algo que nunca vamos a conseguir? (Por qué si lo conseguimos deja de ser un sueño). Qué paradoja!
Seguí metiéndome por este camino de las palabras y en un semáforo en rojo se me cruzó "fe". Y bueno, divagando por acá, deambulando por allá, caí en el concepto de "religión". Es un tema demasiado hondo y controvertido como para explayarme pero concluí de alguna manera (mejor dicho, concluyó mi pensamiento perdido) que todo sueño es una confirmación de éste. Cuando una persona sueña, desea. Cuando una persona desea, espera que algo pase. Cuando una persona espera que algo pase, tiene fe. Deseo, esperanza, fe... Creo está bastante claro donde termina esa línea de pensamiento.
Pero no terminó todo ahí. Siempre hay que encontrar el "closure", el cierre. En este caso se me dio por tratar de relacionar todo lo recorrido con el pensamiento y llegué a algo bastante concreto: tengo la esperanza de que la próxima vez que me encuentre realizando mi necesidad fisiológica, no pierda el tiempo con todas estas cosas. Necesito una biblioteca o al menos un par de revistas en mi baño.
Fue un largo, muy largo desagote…
miércoles, 3 de noviembre de 2010
La cultura del infeliz
Según pensadores de remarcado prestigio debido a su pensar, la vida es un abanico de posibilidades que determina el rumbo de la misma delimitando el posible accionar. Si tomamos una ruta “A” no podremos tomar una “B” o una “C” al mismo tiempo; y eso a su vez genera nuevas posibilidades y opciones. La ruta “A” nos lleva a una posible ruta “D” o “E”; la ruta “B” a una posible “F” o “G”; y así de manera continua.
El actor principal de este relato zigzagueaba por los muchos caminos de la vida fiel a esta teoría pero sin estar realmente consciente de ello. Poseía la particular característica de que, por cuestiones de azar, poco conocimiento u otros motivos, siempre elegía (de entre el abanico de posibilidades) el camino más difícil.
A su vez era poseedor de lo que muchos llaman “buena suerte”. Era el estilo de persona que al llegar a la parada del colectivo, el mismo se presentaba de manera sincrónica a él. Se recuerda de una vez en la cual saliendo de su casa encontró un billete de lotería, que resultó ser el ganador de un automóvil 0 Km. Cosas de la vida.
La tan fortuita vida de este personaje (llamémoslo Míster “T”) dio un vuelco inesperado al escuchar a dos personas hablar de un tal libro de nombre “Rayuela”. Cabe aclarar aquí que el Señor “T” poseía, en ese entonces, una cultura de amplitud muy escasa. Alentado por las excelentes críticas oídas del libro en cuestión, se decidió por comprarlo y leerlo. Esta era una actividad totalmente nueva en su vida y la tomó con el entusiasmo mismo con el que un niño recibe un nuevo juguete.
Sorprendido por la portada del libro se preguntó acerca de su autor y decidió investigar más del mismo antes de sumergirse en “su mundo de ideas”. Hombre importante el tal don Julio Cortázar, Míster “T” creíase listo para “Rayuela”. Leyó la Introducción y optó por leerlo, la primera vez, de manera tradicional, de corrido. (El libro “Rayuela” puede ser leído de dos maneras: de corrido o siguiendo cierto orden predispuesto por el autor)
Leídos los cinco primeros capítulos tomó una pausa y, mientras hacía nada, vislumbró que no había entendido nada, pero nada del libro. Y es justamente aquí en donde la vida le jugó una mala pasada y de entre las opciones de “culturizarse” o dejar la lectura, lo envió por la primera. De allí en adelante el personaje pasaría el resto de sus días estudiando, leyendo, aprendiendo. Tratando de ser más culto.
Recientemente y luego de largos años de “culturización” tuvo el valor de declararse infeliz por siempre. Optó por estudiar filosofía y comprendió el hecho de que mientras más se sabe, menos posibilidades de ser feliz se tiene…
martes, 26 de octubre de 2010
Un remoto sentir
… Y me traslado como una palabra, acosado por el viento y las tormentas. La posibilidad segura de extinguirse en algún momento y dejar nada en el aire, intentando solamente llegar a un oído y prender una mente, alentar un sentimiento.
… Y quizás de esa manera no viajar en vano, no andar buscando algo subjetivo. Acaso tener la oportunidad improbable de cambiar algo, de llevar un grito al aire y poner en tela de juicio pensamientos e ideologías, y así aportar.
jueves, 8 de julio de 2010
El viejo del sombrero.
Un lápiz sobre un papel que representa un sueño, una imagen, una idea. Palabras sueltas en una hoja que con el mismo fín se agrupan y se sienten atraídas entre sí. Espacios que las separan y no las dejan abrazarse hacen el papel de distintos colores en un paisaje imaginario, todo creado en un no-espacio mental. La separación, la división, es el tema a tratar.
Un viejo sentado en una caja frente a una multitud de gente se deja llevar y crea una discusión interna filosófica. "¿Qué hago acá? ¿Qué hacemos todos acá?" Casi preocupado por el tema cierra los ojos y se saca el sombrero. Piensa y piensa. Razona y argumenta. Discute consigo mismo y no se puede ganar.
Una niña traviesa pasa por el lugar y con cara de alegría e inocencia le pregunta "¿Señor, que está haciendo?" a lo que el viejo le responde "Pensando m'hijita, solamente pensando". "Al igual que toda mi familia!" le contesta la jovencita.
Le cayó la ficha, se vive para pensar. Se coloca el gorro, se para y se mezcla entre la multitud, multitud de cerebros con piernas.
lunes, 19 de abril de 2010
Las utopías no sirven para caminar...
¿Como hacer para soñar una utopía y que el mundo que encontrás al levantarte no te desilusione?
El pequeño se levanto con la ilusión de que todo podía cambiar, de que todo iba a ser mejor. Tomó su pequeño cuaderno y comenzó a anotar todo lo que había vivido en ese sueño tan maravilloso; pero mientras más largo se hacía su escrito, más triste se ponía el chico. Llegó a un punto y decidió releer todo lo escrito; abrió la ventana para salir al balcón, miró las calles de la ciudad y sin dudarlo saltó mientras una lágrima se desprendía de sus ojos ya apagados.
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